El otro día os conté la historia de los asesinos de los páramos y a muchos os sorprendió, sobre todo la historia de Myra. Pero es que realmente no es algo muy extraño que una persona se enamore de un delincuente o una persona potencialmente peligrosa, a esto, seguro que muchos lo sabéis, se le llama hibristofilia. Este tipo de parafilia nos produce especial rechazo porque, ¿quién puede enamorarse o sentir atracción por un asesino? Pues muchas personas.
Miguel Carcaño, asesino de Marta del Castillo, tiene infinidad de seguidoras, José Rabadán, el asesino de la katana, también las tuvo en su día, Ted Bundy, que torturó, violó y mató al menos a 36 mujeres, tenía una listas enorme de enamoradas una vez que lo arrestaron.
Hay muchos casos, como digo; para mí, el más impactante es el de Richard Ramírez, el acosador nocturno (the nightstalker). Bueno, la historia de este personaje me impacta en muchos aspectos. Él mismo reconocía que cuando estaba libre era un vagabundo al que todo el mundo rechazaba, y que cuando lo encarcelaron se convirtió en una especie de estrella. Las mujeres se agolpaban a las puertas de la prisión suplicando que le dieran cita para verlo. Se peleaban entre ellas a muerte. Richard tenía que hacer selección para decidir a quién veía cada vez. Recibía cientos de cartas semanales con fotos de mujeres desnudas y mil proposiciones.
Hubo dos de ellas que fueron especialmente importantes para él, (aunque les daba alas a todas). Una de estas fue elegida como suplente de los miembros del jurado que tenían que decidir su veredicto. Ella se enamoró perdidamente de él. Cuando uno de los jurados titulares tuvo que dejar el juicio, ella fue seleccionada para cubrir su puesto y ni siquiera se molestó en ocultar en la sala lo feliz que estaba, ya que así podría ayudar a Richard. En realidad no pudo, se había cargado a 14 personas y la verdad es que no se había molestado demasiado en no dejar pruebas que lo incriminaran. Cuando lo encarcelaron, esta tipa estudió derecho para poder ayudarlo. Gracias a eso consiguió verse con él a solas en una sala y allí se enrollaron con libertad sin tapujos.
Pero hubo una mujer que se llevó el premio gordo: Doreen Lioy. Esta fue lo bastante «lista» como para lograr llevar al codiciado asesino al altar. Se casaron legalmente en la cárcel después de años de noviazgo (siempre viéndose entre rejas). Las demás mujeres odiaban a Doreen y hasta la agredían, pero Richard seguía viendo a todas sus admiradoras. Ella le suplicaba que les dijera algo y él lo hacía, algo así como: sed buenas con Doreen. Tan tierno…
¿Por qué ella logró convertirse en su mujer? Pues quizás porque hasta el final siguió creyendo que era inocente y que le habían tendido una trampa, o quizás porque tenía un buen trabajo, dinero y le pagaba todos sus caprichos dentro de la cárcel. La cuestión es que un día Doreen desapareció de los medios. Supongo, o tengo la esperanza, de que al final abrió los ojos y se dio cuenta de quién era su marido en realidad. Imagino que el hecho de que Richard Ramírez se convirtiera en un loco obsesionado con el sexo que se pasaba todo el día masturbándose en su celda o delante de quien pillara, ayudó a que la mujer se alejara. O lo mismo fue él mismo el que la apartó, a saber.
A Ramírez se le condenó a 19 penas de muerte, pero al final murió de cáncer después de llevar 23 años en el corredor de la muerte de San Quintín. Esto podría indignar a cualquiera, pero, para este elemento, 23 años encerrado fue un castigo mucho mayor que la muerte. Ramírez no soportaba estar encerrado entre cuatro paredes.
Sé que Netflix iba a emitir un reportaje sobre él (no sé si está ya, yo no tengo Netflix), si os interesan los asesinos en serie os recomiendo que conozcáis su historia, porque Richard Ramírez era un psicópata atípico.
